Carcasona

Posiblemente la Ciudadela medieval más visitada y fotografiada del mundo, clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997.

Su ocupación más antigua remonta al siglo VI A.C. con la construcción de una fortaleza (oppidum) en el promontorio rocoso que domina el valle del Aude y los viejos caminos desde el Atlántico hasta el Mediterráneo y unen la Península Ibérica con el resto de Europa.

 Hacia el año 800 a. C., la ciudad, situada en una colina, se convierte en un importante centro de intercambio comercial.

Desde la época prerromana, han existido fortificaciones en la colina que hoy ocupa Carcasona.

En el año 27 a.C., la Carcaso Volcarum de los Tectosages celtas, se convierte en la colonia romana Iulia Carcaso.

Durante los turbulentos años de finales del siglo IV a.C. y comienzos del III, la ciudad se protege con la construcción de un muro de unos 1200 m de largo. Carcasona empieza a ser estratégicamente importante cuando los romanos fortifican la cima de la colina, alrededor del año 100 a. C. y la convierten en un centro administrativo, denominado más adelante como Carcasum y Carcasso. La mayor parte de las murallas septentrionales son de esa época. La fortificación constaba en total de dos líneas de murallas y un castillo, y estaba a su vez rodeada de muros que se extienden una longitud total de 3 km. Las murallas romanas se reforzaron con bastiones en forma de herradura situados a intervalos regulares. La técnica de construcción es típica de la época romana tardía: un núcleo de mampostería revestido de piedra de cantería, alternando con tramos de ladrillo, todo ello sobre sólidos cimientos. La puerta de Narbona, al este, y la puerta del Aude, al oeste, son elementos defensivos particularmente elaborados.

En el siglo V, los visigodos ocupan la ciudad y construyen más fortificaciones que aún se conservan. 

En 550 se establece la diócesis de Carcasona. Los musulmanes toman la ciudad en el año 725 pero el rey Pipino el Breve los expulsa en el 759, cediendo la ciudadela a Bellón, mítico primer conde de Carcasona y fundador de las ramas dinásticas de las casas condales de Barcelona y de otras casas de Occitania, descendiente de la nobleza visigoda. El condado será heredado en primera instancia por su hijo Guisclafredo de Carcasona, en el año 810, que muere sin descendencia. Pasa posteriormente a manos de su hermano Oliba I, que gobierna también el Razés (Rhedae – Rennes-le-Chateau). Le sucede su hijo Alfredo I de Carcasona.

En 1067, a través de una unión matrimonial, Carcasona pasa a Raimundo Bernardo Trencavel, vizconde de Albi y de Nimes. Los siglos siguientes, los Trencavel se alian unas veces con los Condes de Barcelona, otras con los de Tolosa. Construyen el castillo condal y la basílica de San Nazario.

Las diferentes etapas de construcción se leen sobre las murallas.

Torres gallo-romanas

Castillo condal

Su ocupación más antigua remonta al siglo VI A.C. con la construcción de una fortaleza (oppidum) en el promontorio rocoso que domina el valle del Aude y los viejos caminos desde el Atlántico hasta el Mediterráneo y unen la Península Ibérica con el resto de Europa.

 Hacia el año 800 a. C., la ciudad, situada en una colina, se convierte en un importante centro de intercambio comercial.

Desde la época prerromana, han existido fortificaciones en la colina que hoy ocupa Carcasona.

En el año 27 a.C., la Carcaso Volcarum de los Tectosages celtas, se convierte en la colonia romana Iulia Carcaso.

Durante los turbulentos años de finales del siglo IV a.C. y comienzos del III, la ciudad se protege con la construcción de un muro de unos 1200 m de largo. Carcasona empieza a ser estratégicamente importante cuando los romanos fortifican la cima de la colina, alrededor del año 100 a. C. y la convierten en un centro administrativo, denominado más adelante como Carcasum y Carcasso. La mayor parte de las murallas septentrionales son de esa época. La fortificación constaba en total de dos líneas de murallas y un castillo, y estaba a su vez rodeada de muros que se extienden una longitud total de 3 km. Las murallas romanas se reforzaron con bastiones en forma de herradura situados a intervalos regulares. La técnica de construcción es típica de la época romana tardía: un núcleo de mampostería revestido de piedra de cantería, alternando con tramos de ladrillo, todo ello sobre sólidos cimientos. La puerta de Narbona, al este, y la puerta del Aude, al oeste, son elementos defensivos particularmente elaborados.

En el siglo V, los visigodos ocupan la ciudad y construyen más fortificaciones que aún se conservan. 

En 550 se establece la diócesis de Carcasona. Los musulmanes toman la ciudad en el año 725 pero el rey Pipino el Breve los expulsa en el 759, cediendo la ciudadela a Bellón, mítico primer conde de Carcasona y fundador de las ramas dinásticas de las casas condales de Barcelona y de otras casas de Occitania, descendiente de la nobleza visigoda. El condado será heredado en primera instancia por su hijo Guisclafredo de Carcasona, en el año 810, que muere sin descendencia. Pasa posteriormente a manos de su hermano Oliba I, que gobierna también el Razés (Rhedae – Rennes-le-Chateau). Le sucede su hijo Alfredo I de Carcasona.

En 1067, a través de una unión matrimonial, Carcasona pasa a Raimundo Bernardo Trencavel, vizconde de Albi y de Nimes. Los siglos siguientes, los Trencavel se alian unas veces con los Condes de Barcelona, otras con los de Tolosa. Construyen el castillo condal y la basílica de San Nazario.

Las diferentes etapas de construcción se leen sobre las murallas.

Torres gallo-romanas

Castillo condal

La cruzada de 1209

Su ocupación más antigua remonta al siglo VI A.C. con la construcción de una fortaleza (oppidum) en el promontorio rocoso que domina el valle del Aude y los viejos caminos desde el Atlántico hasta el Mediterráneo y unen la Península Ibérica con el resto de Europa.

 Hacia el año 800 a. C., la ciudad, situada en una colina, se convierte en un importante centro de intercambio comercial.

Desde la época prerromana, han existido fortificaciones en la colina que hoy ocupa Carcasona.

En el año 27 a.C., la Carcaso Volcarum de los Tectosages celtas, se convierte en la colonia romana Iulia Carcaso.

Durante los turbulentos años de finales del siglo IV a.C. y comienzos del III, la ciudad se protege con la construcción de un muro de unos 1200 m de largo. Carcasona empieza a ser estratégicamente importante cuando los romanos fortifican la cima de la colina, alrededor del año 100 a. C. y la convierten en un centro administrativo, denominado más adelante como Carcasum y Carcasso. La mayor parte de las murallas septentrionales son de esa época. La fortificación constaba en total de dos líneas de murallas y un castillo, y estaba a su vez rodeada de muros que se extienden una longitud total de 3 km. Las murallas romanas se reforzaron con bastiones en forma de herradura situados a intervalos regulares. La técnica de construcción es típica de la época romana tardía: un núcleo de mampostería revestido de piedra de cantería, alternando con tramos de ladrillo, todo ello sobre sólidos cimientos. La puerta de Narbona, al este, y la puerta del Aude, al oeste, son elementos defensivos particularmente elaborados.

En el siglo V, los visigodos ocupan la ciudad y construyen más fortificaciones que aún se conservan. 

En 550 se establece la diócesis de Carcasona. Los musulmanes toman la ciudad en el año 725 pero el rey Pipino el Breve los expulsa en el 759, cediendo la ciudadela a Bellón, mítico primer conde de Carcasona y fundador de las ramas dinásticas de las casas condales de Barcelona y de otras casas de Occitania, descendiente de la nobleza visigoda. El condado será heredado en primera instancia por su hijo Guisclafredo de Carcasona, en el año 810, que muere sin descendencia. Pasa posteriormente a manos de su hermano Oliba I, que gobierna también el Razés (Rhedae – Rennes-le-Chateau). Le sucede su hijo Alfredo I de Carcasona.

En 1067, a través de una unión matrimonial, Carcasona pasa a Raimundo Bernardo Trencavel, vizconde de Albi y de Nimes. Los siglos siguientes, los Trencavel se alian unas veces con los Condes de Barcelona, otras con los de Tolosa. Construyen el castillo condal y la basílica de San Nazario.

Sello de Raimon Trencavel

¿Qué ver y qué hacer en Carcasona?

Todo el encanto del Midi se encuentra en Carcasona. Pero lo primero es lo primero, hablemos de la Ciudadela. Las murallas se divisan antes de llegar a la ciudad. Necesitareis una larga jornada para visitarla. Nuestro consejo: recorrer las murallas, andando por supuesto, y posteriormente la vieja ciudad, las callejuelas, sin olvidarse la Basílica Saint Nazaire, comer un cassoulet (obligatorio) y reservar por la tarde una visita guiada del castillo Condal (las hay en varios idiomas).

Para dormir, existen las opciones más diversas. Os aconsejamos dormir en la ciudad baja y aprovechar el día siguiente para dar una vuelta en esta pequeña capital de departamento, muy meridional, y echar un vistazo al precioso puerto deportivo sobre el Canal del Midi.  Todo ello, por supuesto, antes de continuar vuestro periplo cátaro…