Quéribus

El último reducto

del catarismo

Desde lo alto del grueso torreón, el Señor Chabert de Barberá otea el horizonte. A sus pies se extiende el valle cavado por el río Maury y que se junta con el Agly un poco más abajo. Enfrente el Fenolleda y sus negros bosques, el monte Canigó coronando los Pirineos a los lejos, y hacia el Este la rica plana del Rosselló, que se abre en el Mar Mediterraneum.

Este nido de águilas se construyó entre los siglos XI y XIV. Está situado estratégicamente y vigila desde sus 728 metros los valles del Rosellón y el Fenouillèdes, frontera entre el Reino de Francia y Cataluña.

Durante la Cruzada contra los Albigenses acoge a numerosos cátaros y es «oficialmente» el último castillo cátaros en caer ante los Cruzados en 1255, 11 años después de Montsegur, pasando a manos francesas. En realidad parece que los señores de Niort (País de Sault) tuvieron el triste honor de sucumbir los últimos.

Hasta el Tratado de los Pirineos en 1659 que desplaza al sur la nueva frontera entre Francia y España, será una pieza clave en el entramado defensivo fronterizo del Reino de Francia.

Poco queda del Castillo de Chabert de Barberá, su último señor defensor, uno de los faydits más conocidos, salvo los muros bajos de la sala del Pilar, pero dice la Historia que en esta misma sala murió poco después de 1230 Benoît de Termes, obispo cátaro del Razés, tío del caballero más famosa de la época: Oliver de Termas.

La visita de Queribus no se puede pasar por alto, es sin duda uno de los castillos cátaros más cargado de historia y recibe cada años miles de visitantes, impresionados por la imponente silueta del torreón que apunta al cielo desde la cresta que limita los Corbières.

Además del catarismo este castillo estuvo muy relacionado con el fenómeno de los los faydits debido a su ubicación y la relación de sus señores durante la Cruzada y posteriormente con la nobleza catalano-aragonesa.

Es Monumento Histórico desde 1907.

Hay que pasar por una barbacana y tres cinturones de murallas para acceder al torreón, sorprendente por su arquitectura interior más propia de una corte amor que de un fuerte militar.

La entrada al recinto se hace por una larga escalera en recodos que llevaría unos eventuales atacantes a una verdadera emboscada: tres murallas sucesivas, desde las cuales acribillar a los asaltantes. Una caserna se encontraba detrás de la segunda muralla, y la tercera acoge un almacén, con los restos de un horno, y por fin el imponente torreón. La arquitectura del mismo puede sorprender al visitante, ya que unos ventanales amplísimos dan luz a la curiosa Sala del Pilar. Esta belleza contrasta con el aspecto doblemente fortificado de la cara posterior del mismo, que recuerda la carapaza de una tortuga. En efecto el talón de Aquiles de esta fortaleza es la colina rocosa que domina esta cara. Los muros están pensados para resistir los cañonazos y existe igualmente una pequeña casamata. La azotea del torreón debió de albergar algunos cañones portátiles defensivos.

El conjunto estaba alimentado en agua con un sistema de cisternas en cascada, que garantizaba un gran autonomía. 

Cuando Historia y leyendas se unen

El romanticismo de los Castillos Cátaros no escapa a nadie, tanto por la espectacularidad de los paisajes como por la carga histórica y emocional que conlleva. Queribus no escapa a esta regla. La visita a este castillo no es un hecho baladí, y deja en el visitante una profunda huella, por poco que intente ir un poco más allá de las explicaciones de manual.

El caballero Chabert de Barberá, Señor del lugar en 1255, cuando el castillo se rinde ante las tropas del Senescal de Carcasona, es un personaje histórico cuya vida parece sacada de una novela histórica. Goza en el mundo «catarófilo» de un aura de noble justiciero perseguido, casi mártir. La realidad, como siempre, es diferente, pero más interesante todavía. Queribus y la epopeya cátara son representativos de un mundo feudal basado en compromisos, juramentos, intereses entrelazados y movedizos. Chabert, excomulgado varias veces por la Iglesia de Roma, solicitó (y obtuvo) su perdón años antes de perder Queribus. Aun así, siguió protegiendo a la vista de todos, en su castillo, Perfectos de la Eglesia del Bé (Iglesia del Bién, los Cátaros). Es capturado, dice la leyenda, por su amigo Oliver de Termas (otra vida digna de novela, que llegará a representar el ideal caballeresco en vida, y morirá en Tierra Santa), por engaño…o por cálculo, ya que dos caballeros franceses se ofrecerán como garantes de su liberación contra rescate. Increíbles vidas en una época extraordinaria…

El pueblo de Cucugnan

El castillo de Queribus depende del pueblo de Cucugnan. No se puede visitar el castillo sin dar una vuelta y disfrutar de este típico pueblo de poco más de 130 habitantes. Es famoso en Francia por el cuento recogido por Alphonse Daudet en su libro «Lettres de mon moulin», y la adaptación al cine que hizo de él Marcel Pagnol en 1954. Conviene también visitar el Molino de Omer, testigo de la época en la que el pueblo, hoy rodeado de viñedos,  vivía de los cereales. Sin olvidar el Centro audiovisual Achille Mir.

Agradecimientos: el Ayuntamiento de Cucugnan, http://www.cucugnan.fr/, por las imágenes y el video de este artículo , incluyendo la amabilidad.

Horarios de visita del castillo de Queribus

Estamos en Francia, así que a veces las cosas son algo más «ministeriales» (desde el cariño, claro…). Vamos allá:

De noviembre a febrero: de 10h a 17 h
Marzo: de 10h a 17,30h
Abril: de 9,30h a 18h
Mayo, junio, septiembre: de 9,30 h a 19h
Octubre: de 10h a 18,30h
Julio, Agosto: de 9h a 20h